martes, 4 de octubre de 2011

Agatocles

Me juego el cuello, y no lo pierdo, que nadie sabe quién era Agatocles.

Agatocles era hijo de Carcino, y se casó con la viuda de Damas; lo que pasa es que se opuso a Heráclides y a Sosístrato y tuvo que salir por piernas. Se buscó la vida, le fue bien, tuvo un hijo al que llamó Arcagato (¡cómo no!) y se enfrentó a Acrótato (aunque le ayudó su hermano Antander). Finalmente, se cargó a Dinócrates...y no sabemos mucho más sobre él. Claro que con esto todos nos quedamos como estábamos.
No sé cómo se llamaba su esposa, aunque sí quién fue su suegro, y que su hija, Lanassa, se casó con Pirro, el rey de Epiro. ¡Hey, a ése sí que le conozco! ¡Es el de las victorias “pírricas”!

En realidad, basta decir que Agatocles fue un tirano de Siracusa de finales del siglo IV a.C. Su historia completa es muy interesante (se puede empezar por http://es.wikipedia.org/wiki/Agatocles, sin ir más lejos), pero aparte de lo divertido de su nombre (si un día conozco a un Agatocles prometo no olvidarle en la vida), me surgen tres reflexiones:
  1. Los ingenieros, que somos personas con una cultura muy por encima de la media, sólo sabemos de Siracusa que está en Sicilia, que era la patria de Arquímedes (el primer megacrack de los ingenieros) y que éste la defendió de la poderosa Roma con su ingenio. Obviamente, jamás hemos oído hablar de Agatocles o sus compañeros de andanzas. Pues si nosotros los ingenieros sabemos sólo ésto, podemos afirmar que el vulgo no podría responder nada si se le preguntara por la calle. En general, la sociedad desconoce la Historia. Creemos que sabemos, pero sabemos apenas una ínfima parte de lo que pasó. Quizás por eso así nos luce el pelo.

  2. Los antiguos lo registraban todo (lo de ellos, claro). Sabemos quién mandaba en una ciudad de Sicilia el 314 a.C., quién era su suegro, por ejemplo, y todas sus andanzas. Y, en España, ¿qué hacíamos? No se sabe (al menos, yo no lo sé en este momento). Los arqueólogos averiguarán que había poblados iberos, celtas o celtíberos, y nos contarán sus especulaciones de cómo vivían, pero poco más. La diferencia entre el mundo helenístico y la España de la época debía ser como la que hay entre nosotros y las tribus del Amazonas. Y aún tardaríamos mil quinientos años en ponernos a su altura.

  3. La Historia es apasionante y está llena de sorpresas; la etiqueta de “rollazo” es a todas luces injusta.
Por cierto, el yerno de Agatocles, Pirro, acudió en ayuda de las ciudades griegas del sur de Italia, cuando una semi-desconocida Roma amenazaba con anexionárselas. Los griegos estaban convencidos de que iban a destrozar a esos nuevos en la plaza, y... Pirro les venció una vez, les venció una segunda, y entonces dijo aquello de “una victoria más como ésta y no lo cuento” y se largó a su Grecia. Empezaba el cambio de poder en el mundo, y no lo sabían.

El próximo día hablaremos de las patentes.

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