lunes, 16 de diciembre de 2013

Pero ¿quién mató a Kennedy?

En Albuquerque hay que abandonar la ruta-66 que lleva a Los Ángeles y girar hacia el norte; hay que conocer las Rocosas donde son las verdaderas Rocosas. Pero cuando se llega a Denver, vale la pena desviarse 40 km y conocer Boulder, la ciudad perfecta.
Y es que Boulder es, sobre el papel, la ciudad perfecta. La número uno en todos los rankings, la mejor valorada, la declarada ideal, la que más tiene, la más de lo más. Eso sí, no tiene negros. Si junta a diez personas, estadísticamente ninguno será negro; tendrían que ser 110 para tocar a uno. Después de recorrer el Ohio, el Misisipi, el Misuri y el Arkansas, esto es toda una novedad.
Hace 50 años, el presidente John F. Kennedy fue asesinado en Dallas. Todos sabemos la historia. Pero... ¿quién le mató? ¿Porque le mataron? En realidad, no importa quién le mató; históricamente, es anecdótico, da para algunas películas de cine, algunas miniseries de televisión y un porrón de libros sin ánimo trascendente, y poco más. La pregunta importante es porqué le mataron.

En mi opinión, lo mataron por ser amigo de los negros. Esta teoría, sin embargo, tiene el problema de que el tiempo corre en su contra. Así como para las diversas teorías de conspiración, la mafia, los rusos, el sindicato de geógrafos, etc., cuanto más tiempo pase más crédulos habrá y más bestsellerse se escribirán, cómo era el Sur se nos antoja cada vez más increíble. Han pasado 50 años, y para entenderlo correctamente habría que estar, hace 50 años, en el Sur.

Para los paletos protestantes blancos del Sur rural, Kennedy no era uno de ellos. Era un yanqui sabihondo de Nueva Inglaterra, católico por añadidura. En los años 50 se habían aprobado leyes en favor de los negros, pero esas leyes no se estaban aplicando en el Sur, donde precisamente debían aplicarse (no sé porqué, esto me recuerda a nuestra política nacional). Kennedy apoyó las leyes de derechos civiles y combatió la segregación, y esto, allí, eran palabras mayores. Sí, realmente en el Sur muchos se habrían presentado voluntarios para matar a Kennedy de tener ocasión, por lo que no hubo que ir muy lejos.

¿Cómo explicarlo? Quizás con películas. Pruebe, por ejemplo, con Arde Mississippi. También con dos de Disney, Titanes: hicieron historia, y Camino a la gloria. Ésta última, en concreto, me parece totalmente ilustrativa. Cuenta la historia del curso del 65-66 en la Universidad de Texas Western en El Paso (Texas), cómo el entrenador del equipo de baloncesto recluta a negros, formando un equipo interracial, y la temporada se convierte para ellos en un calvario, plagado de triunfos deportivos (lo que no hacía sino prolongar el calvario). Los jugadores negros, todos del Norte, descubren que la discriminación que sufrían en sus Estados no era nada comparado con lo que impera en el Texas rural. Y lo sufren. Hay una escena en la que, volviendo de un partido en autobús, paran en un área de servicio. Uno de los jugadores entra solo al lavabo, mientras los demás piden, y unos blancos aprovechan para partirle la cara. A partir de ahí, no pueden parar salvo que sepan que serán bien recibidos. La película es muy entretenida, pero escalofriante en su descripción del racismo.

Por cierto que la UTEP, aquel año ganó su único campeonato, y fue el primer equipo que lo ganó con cinco negros de titulares (para más inri, la final fue contra Kentucky, que no admitía negros y estaba liderado por Pat Riley y Louie Rampier, menos conocido que Riley porque luego jugó en la ABA en vez de en la NBA).

Después de ver Camino a la gloria, le sugiero que lea testimonios, para que aprecie la verdad de la película. Por ejemplo, en  invitationacrossthenation.com, si controla en la lengua de Shakespeare, hay relatos de los grupos y artistas del sello Tamla Motown, cuando empezaban e hicieron una gira por el Sur (parecida a la que nos contará Tom Hanks en The Wonders), y se encuentran con la segregación: bajo el lema "iguales, pero separados", todo estaba separado (lo de iguales se lo dejo a la imaginación). Incluso las fuentes para beber estaban separadas para blancos y negros.

Seguramente no se habrá dado cuenta, pero si me ha ido leyendo habrá notado que algunas de las canciones con las que acompañaba los artículos eran de esta época. Sí, las elegí por su contenido altamente reivindicativo.

En este panorama, nos encontramos con que las leyes de segregación habían sido declaradas ilegales por el Tribunal Supremo, pero algunos Estados se niengan a acatar las sentencias, y tenemos un presidente cuya campaña tuvo uno de sus ejes en la lucha contra la segregación y por los derechos civiles, y que va exigiendo el acatamiento de las sentencias. Y un día, viaja a Dallas y se pasea en un coche descubierto por una amplia avenida.


Resulta irónico, si se miran las cosas con perspectiva, comprobar cómo el esclavismo tuvo en sí mismo el germen de su fin. He contado muchas veces que Virginia y otros estados sureños eran los fuertes y poderosos, en el momento de la independencia, y realmente lo eran. Sin embargo, 85 años después - al estallar la guerra- la pujanza del Norte es absoluta. Con los años, es el Norte el que ha crecido, el que se ha hecho rico y el que se ha industrializado. ¿Porqué? Fácil. Sin ir mas lejos, la inmigración. Las paletadas de emigrantes que llegaron de Europa, dispuestos a trabajar duro, a estrujarse la mollera y a hacer lo que sea para salir adelante, ¿a qué parte iban? En el Norte había industria, necesidad de mano de obra, oportunidades. En el Sur, sólo plantaciones. Que, además, no necesitan mano de obra, porque ya la tienen gratis. También es en el Norte donde una persona ingeniosa puede cultivar su talento, mientras que en las plantaciones de Alabama el hombre capaz sólo tiene que dejar las cosas seguir su curso. ¿A alguien le extraña que las famosísimas universidades de la Liga de la Hiedra, Harvard, Yale, Princeton y las demás, estén todas en el Norte? Hasta cuando quisieron construir puentes para cruzar el Arkansas, tuvieron que traerlos desmontados desde Pensilvania, como ya les conté. El modo de sociedad del Sur, centrado únicamente en una economía de agricultura intensiva, con latifundios, era inviable, no hay que darle más vueltas. Pero los sureños eran incapaces de verlo.

La pregunta que nos tenemos que hacer, entonces, es si nosotros seríamos capaces de verlo, de ser nuestro caso.

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