lunes, 3 de diciembre de 2012

Calcular estructuras hoy (2ª parte)


En una entrada anterior (calcular-estructuras-hoy), filosofé sobre la realidad de que los ingenieros cada vez menos conocen las normas que han de cumplir, cada vez menos saben calcular en detalle y cada vez más les importa todo esto menos, pues cada vez más sus ordenadores se encargan de más cosas. Siguiendo con lo que decía en mi entrada anterior, pondré un ejemplo aclaratorio: una unión atornillada de dos barras de acero. Se supone que entra en el abecé del calculista, que es un conocimiento básico; pues bien, veamos qué pasa realmente.

En tiempos, cuando no había programas de ordenador que calcularan las uniones atornilladas, el calculista debía calcularlas con lápiz y papel. Obviamente, sabía cómo funciona una unión de éstas, qué criterio seguir y cómo calcularlas. Por si ese conocimiento no fuera suficiente, la norma de entonces (de 1963) explicaba el criterio fundamental y el método básico.

Aquella norma fue derogada y el lápiz y el papel se destinaron ya sólo a hacer la lista de la compra. Ahora hay una norma nueva en la ciudad y un ordenador con un programa que calcula uniones metálicas. El calculista ya "no necesita" saber calcular uniones. Su máquina y su programa lo hacen por él.

La norma, que sabe que el calculista ya tendrá un ordenador y un programa, ha establecido que las uniones se calculen de manera diferente a como se hacían. Ahora, las comprobaciones son mucho, mucho más complicadas. Y aunque la norma tenga el triple de páginas, ya no explica los criterios que aplica. Ni siquiera da una fórmula. Simplemente, establece 36 comprobaciones que deben hacerse. Que tal valor (que ha de calcularse) sea menor que tal otro, que aquel no supere a ése de más allá,… por tornillo. Si la unión consta de 16 tornillos, está usted muerto. Salvo que disponga de un ordenador. Dibuje la unión en el ordenador, y el programa se encargará de todo. En segundos, así de fácil.

Yo soy raro. Cuando salió la norma, la leí. Cuando encontré cambios importantes, como éste de las uniones atornilladas, los estudié. Cuando al fin los comprendí y sus porqués, me hice un programa para calcularlas. Por suerte, cuando las analizaba tomé muchas notas que guardé junto con la norma. Incluso encontré incoherencias en la norma y perfeccioné sus criterios. Ahora las calculo con mi programita en segundos, y además puedo alardear de que sé calcularlas. Pero todo este proceso de asimilación y desarrollo me ha llevado un tiempo inaceptable normalmente (suerte de crisis y carencia de trabajos). Y en mi (reducido) círculo de calculistas, no conozco a nadie que haya pasado por el mismo proceso. Todos, directamente, actualizaron sus programas de ordenador y aprendieron a usarlos: meter los datos y obtener la solución.

Es evidente que de aquí a unos años, el conocimiento de calcular uniones atornilladas se habrá perdido, como el arte de calcular raíces cuadradas o dividir con decimales. O escribir con caligrafía o el código Morse.

Como dije, no sé si esto es bueno o es malo. Es. En el futuro, no crea que su casa se la calcula un ingeniero. Se la habrá calculado un ordenador. A fin de cuentas, también estamos intentando que los ordenadores conduzcan nuestros coches, ¿no?

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